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Pero, ¿quién es Yamamoto? El nuevo Pritzker que apenas ha construido fuera de Japón
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Pero, ¿quién es Yamamoto? El nuevo Pritzker que apenas ha construido fuera de Japón

Parece que con esta decisión el Pritzker continúa deshaciéndose del sambenito con el que se le asocia tradicionalmente: que el premio recaiga en arquitectos estrella

Foto: El arquitecto japonés Riken Yamamoto. (EFE)
El arquitecto japonés Riken Yamamoto. (EFE)
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Otro arquitecto japonés –Riken Yamamoto (1945)–. Es lo que muchos se han dicho al conocer el nombre del premiado con el Premio Pritzker de este año. Desde que en 2010 el estudio SANAAKazuyo Sejima y Ryue Nishizawa– se llevara el principal premio de arquitectura internacional, han sido cuatro los proyectistas de esa nacionalidad que lo han conseguido. La sorpresa, pues, ha sido mayúscula. También por el perfil del ganador, un profesional cuya obra tiene poca repercusión, quizás porque apenas ha construido fuera de Japón. Lo que ha hecho dudar sobre las razones que han llevado al jurado a otorgar este premio.

“Mediante la calidad y consistencia de sus edificios, su objetivo es dignificar, mejorar y enriquecer la vida de las personas (desde niños hasta ancianos) y sus conexiones sociales. Y lo hace a través de una arquitectura autoexplicativa, pero modesta y pertinente, con honestidad estructural y escala precisa, con cuidadosa atención al paisaje del entorno”. Una declaración que podría servir para cualquier arquitecto que no levante edificios que obstruyen el acceso a sus espacios, pero que en el caso de Yamamoto está relacionado con una resistencia a la arquitectura ordinaria que busca la separación.

Según las propias palabras del premiado, “el enfoque arquitectónico actual enfatiza la privacidad, negando la necesidad de relaciones sociales. Sin embargo, aún podemos honrar la libertad de cada individuo mientras vivimos juntos en un espacio arquitectónico como una república, fomentando la armonía entre culturas y fases de la vida”.

Su obra contiene una gran carga poética y humanista que incorpora gestos de la propia historia arquitectónica de su tierra

Parece que con esta decisión el Pritzker continúa deshaciéndose del sambenito con el que se le asocia tradicionalmente: que el premio recaiga en arquitectos estrella, eligiendo en este caso a un callado artesano de la arquitectura relacional, como se puede identificar a Yamamoto. Es cierto que la discreción de sus propuestas, que juegan con las transparencias y los límites, permitiendo que sean los propios usuarios los que construyan los espacios a partir de sus interacciones, contiene una gran carga poética y humanista que incorpora gestos de la propia historia arquitectónica de su tierra de forma natural: una manera de construir que el jurado califica como de “normalidad extraordinaria”. Arquitectura silenciosa, podríamos decir. Pero también es cierto que el punto de encuentro entre lo discreto y lo banal puede llegar a ser crítico.

Tradición y espacios públicos

Nacido en Pekín, Yamamoto se trasladó con su familia a la prefectura de Yokohama siendo niño. Su madre regentaba una farmacia, por lo que una parte de la vivienda tenía la cualidad de espacio comercial, público y común. Algo que le marcaría como arquitecto y despertaría en él la necesidad de trabajar una construcción orientada a la convivencia y la comunidad. Formado en ingeniería en la Universidad de Nihon y Arquitectura por la Universidad de Tokio, se le vincula a los arquitectos Kengo Kuma e Iroshi Hara, este último considerado mentor de ambos. Cualquiera de ellos hubiera merecido el Pritzker. De hecho, Kuma –un virtuoso de la construcción en madera– aparece casi todos los años en las quinielas para ser premiado.

placeholder El Museo de Arte de Yokoshuka. (Wikipedia)
El Museo de Arte de Yokoshuka. (Wikipedia)

Tanto Yamamoto como Hara y Kuma se opondrían a una de las tendencias más potentes que se dieron en Japón en los años sesenta y setenta: el metabolismo. Optando por la tradición antes que por el futurismo. De hecho, uno de los momentos clave en la vida de Yamamoto que le decantaría hacia la arquitectura fue cuando a los 17 años visitó el templo Kôfuku-ji en la ciudad de Nara. Una pagoda budista de cinco plantas que simboliza los cuatro elementos naturales y el propio espacio. Si bien en su estética –una palabra difícil de encajar en Yamamoto, ya que cada proyecto tiene una entidad diferente a nivel visual– no aparecen señales evidentes de la construcción japonesa tradicional, su articulación sí se hace eco de la forma en que concibe la distribución de los espacios. Igual que los paneles de papel –llamados shoji– abren y cierran estancias recreando la división habitacional interna según las necesidades y problemáticas domésticas.

Uno de los momentos clave en su vida, que le decantaría hacia la arquitectura, fue cuando a los 17 años visitó el templo Kôfuku-ji en Nara

Gracias a los numerosos viajes que siendo joven le llevaron en coche por medio mundo en los años setenta –imaginemos al joven Yamamoto con Iroshi Hara conduciendo por Perú, México, India, Nepal o la cuenca mediterránea y el Magreb en los setenta– el arquitecto entendió que la clave de su profesión, de todas las culturas arquitectónicas, se encuentre en el límite entre lo público y lo privado. Una temática que ha ocupado gran parte de sus principales proyectos realizados. Es en ese espacio intermedio, esa tierra de nadie que debe pertenecer a todo el mundo, donde según Yamamoto se genera la idea de comunidad.

placeholder Imagen de las torres de Jian Wai Soho del arquitecto japonés Riken Yamamoto. (EFE)
Imagen de las torres de Jian Wai Soho del arquitecto japonés Riken Yamamoto. (EFE)

Este eje ha sido vertebrador en todos sus proyectos, desde residencias privadas a complejos de viviendas sociales, museos de arte contemporáneo como el de Yokosuka, edificios administrativos, complejos universitarios –hasta siete, en toda su carrera– o, más recientemente, la zona de negocios junto al aeropuerto de Zúrich llamado The Circle y completada en 2020. Uno de los pocos proyectos realizados fuera de Japón.

Académico de la Academia Internacional de Arquitectura japonesa (2013), ha recibido numerosas distinciones, incluyendo el Premio del Instituto Japonés de Arquitectos para el Museo de Arte de Yokosuka (2010), Premio de Edificios Públicos (2004 y 2006), Premio de Oro al Buen Diseño (2004), Premio del Instituto de Arquitectura de Japón (1988 y 2002), Premio de la Academia de las Artes de Japón (2001) y Premios de Arte Mainichi (1998). El Pritzker es el primero que recibe fuera de su país. Él mismo, instauró en 2018 un galardón para lanzar la carrera de jóvenes arquitectos llamado el Local Republic Award, otorgado a aquellos proyectistas que aporten ideales para afrontar el futuro.

Otro arquitecto japonés –Riken Yamamoto (1945)–. Es lo que muchos se han dicho al conocer el nombre del premiado con el Premio Pritzker de este año. Desde que en 2010 el estudio SANAAKazuyo Sejima y Ryue Nishizawa– se llevara el principal premio de arquitectura internacional, han sido cuatro los proyectistas de esa nacionalidad que lo han conseguido. La sorpresa, pues, ha sido mayúscula. También por el perfil del ganador, un profesional cuya obra tiene poca repercusión, quizás porque apenas ha construido fuera de Japón. Lo que ha hecho dudar sobre las razones que han llevado al jurado a otorgar este premio.

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